Spoleto. El bosque sagrado de Júpiter y de San Francisco

Frente a la ciudad de Spoleto hay un monte, llamado Monteluco, sede de un bosque consagrado a Júpiter en época romana.  Se encuentra a 850 metros de altitud y se compone en su mayoría de encinas sobre terreno calcáreo.

Cerca del bosque se encontró una inscripción latina que habla del valor místico-religioso que poseía. Nadia podía profanarlo ni llevarse nada de lo que se encontrara en su interior, en caso contrario habría que sacrificar un buey a Júpiter y pagar una multa en dinero si se hacía con alevosía.

El convento primitivo

Más tarde se convierte en un eremitorio de monjes que llegaron de la lejana Siria y  a principios del siglo XIII San Francisco pasó por aquí, dejando una comunidad de hermanos que construyeron unas celdas de paredes de juncos y barro cocido. Un pequeño claustro, varias capillas y un patio interior completan el conjunto del Convento di San Francesco a Monteluco. En 1556 el gran Miguel Ángel, a sus ochenta y seis años de edad, se refugió aquí y encontró “un gran placer en las montañas de Spoleto y en visitar sus eremitorios, porque sólo en los bosques se encuentra paz”.

Adentrarse en el recinto de las encinas en un día de invierno y además lluvioso es magia pura. Las rocas de caliza arañan la tierra, los troncos de las encinas se yerguen como dedos enverdecidos.  Entre ellos se encuentra el  “tronco muerto” que permite la vida. Su madera en descomposición crea un hábitat favorable para ciertos microorganismos. Un ejemplo de la biodiversidad de este ecosistema forestal, necesaria para la fertilidad del terreno.