“¡Oh caminante! Mira la fuente de alegre murmullo: si prestas atención, descubrirás maravillas”.
Una fuente que te saluda, que entabla una conversación personal con quien la admira, que te invita a conocer las historias que narra y a descubrir las maravillas que oculta.
Esto es la Fontana Maggiore de Perugia. Un monumento que es parte de la vida de la comunidad porque proporciona un elemento fundamental: el agua. El agua que permitía desarrollar los oficios antiguos (el agua para teñir telas o fundir metales) y sobrevivir durante los largos asedios. Creaba bienestar y riqueza material, liberaba la mente humana y la preparaba para el cultivo de las Artes Liberales que eran las Ciencias y las Letras, que a su vez producían obras de rara belleza como la propia Fontana.
En ella prevalece lo femenino: Perugia es una dama que muestra una cornucopia desbordada de fruta, a su lado dos damiselas que representan los territorios que pertenecen a la ciudad y que proporcionan trigo y pescado. La Gramática, Retórica, Dialéctica, Geometría, Aritmética, Música, Astronomía y Filosofía corren en la pila central, mientras que en la superior tres ninfas sujetan un cántaro del que se desborda el agua de alegre borboteo. En la pila inferior un calendario con los doce meses del año y el signo zodiacal correspondiente.
La Perugia del siglo XIII se refleja en la Fontana Maggiore de Perugia. El etrusco Euliste fundó la ciudad como la Roma Cristiana la fundaría San Juan Bautista en el Jordán bautizando a Jesús; la grandeza de Perugia corre paralela a la de Roma.
El agua da vida, eleva el espíritu, crea Belleza y desarrolla el sentido del decoro y del ornato del espacio público, símbolo del orgullo de la autonomía y de los valores del lugar donde se vive.
Todo esto en plena Edad Media, que de media poco tenía poco.